Mi intimidad sexual no tiene precio

Soy una persona con diversidad funcional, tengo 24 años, soy de Granada y busco a alguna mujer con quien poder mantener relaciones sexuales. No me importaría tener que desplazarme a según qué sitios.

Muy buenas, gorriones. Vuelvo a ser Romero para seguir sacándole las motas de polvo a esas pequeñas inquietudes guardadas en un cajón. En primer lugar darte las gracias por leerme y por tus comentarios si los escribes, me encanta saber que lo que cuento llega a tus oídos/ojos para ayudarte. Especialmente me enorgullece saber que remuevo tu conciencia. Gracias, de verdad.

Bien, hoy voy a hablar sobre algo que me hizo mucho daño en su momento. Y sí, voy a volver a hacer autocrítica y voy a tirar a dar (tampoco es que yo sea muy rápido de reflejos). Quiero aclarar que, evidentemente, hablo de todo esto desde el punto de vista de una persona con diversidad funcional. Yo no sé hablar sobre lo que sienten otros, personas que hagan eso ya hay demasiadas. Pero más allá de que hable desde mi experiencia, tú puedas adaptarlo a ti (como el tema que voy a tratar ahora). Pero entiende que no todo se queda en el plano sexual, como estás comprobando en mi caso el sexo sólo es la primera ficha que derriba la torre entera poco a poco. Sácale jugo a lo que yo me arriesgo a exponer. ¡Agita la mente, espartano!

Al lío. Durante muchos años viví en una espiral autodestructiva en cuanto a mi intimidad sexual porque (sin entrar en detalles) básicamente no la tenía. Qué mal suena eso, ¿verdad? ¿Sabes lo frustrante que es no tener un lugar donde poder masturbarte en paz? Ese era mi caso.

Abrir los videos porno, quitarle el sonido (por supuesto, silencio absoluto), abrir la puerta de la habitación, dividir mi concentración entre la masturbación y que nadie apareciese de repente. Porque con la puerta cerrada el susto era mayor que si oigo la amenaza a lo lejos. Esa era mi rutina onanista. Una y otra vez. Han sido más que muchas y muchas más que demasiadas las veces que he tenido que ‘abortar misión’ de prisa y corriendo.

Guardármela de nuevo en el pantalón, cerrar el porno, el corazón a mil y cagarme tantas veces en la puta como tiempo me duraba el cabreo. Porque me cabreaba. Mucho. Había veces en las que dejaba la masturbación en ‘standby’, es decir, con intención de continuar en cuanto pudiera. Pero había otras tantas que directamente no podía. Porque era absolutamente imposible tener intimidad sexual. Masturbarme era un riesgo continuo a ser pillado in fraganti, porque en cualquier momento alguien iba a entrar en mi habitación sin siquiera pedir permiso.

Abrir los videos porno, quitarle el sonido (por supuesto, silencio absoluto): ahora viene la felación, me gusta est… espera, ¿son eso pasos? Asoma la cabeza y mira o directamente pregunta. Si contestan, a tomar por culo (va sin segundas). Si no, vuelve al porno de nuevo y… vale, ahora sí son pasos, ¿o no? ¡Joder, ya estoy paranoico!

Da igual lo que hiciera o dijese. La posibilidad de que entrasen en mi habitación en cualquier momento del día era alta. Pero, ¿sabes qué es lo peor? Lo consentía. Por el simple hecho de no hacer nada. Porque “nada cambia si nada cambia”. Y para colmo me castigaba a mí mismo con largos monólogos:

“¿Por una puta paja te cabreas? Qué más dará, cojones. Ya te la harás mañana. Además, ni siquiera tienes ganas ya (o me las habían quitado o me intentaba convencer de que realmente era así, sin serlo). No te mereces tanto masturbarte (el ‘no te lo mereces’, la raíz de todos los árboles secos). Tú eres imbécil. Con la cantidad de problemas que hay te cabreas por no poder hacerte una paja. Es más, fíjate lo que te digo, si te pones como un loco por no poder masturbarte es porque eres un salido”.

Y así. Una vez. Otra y otra. Hasta que llegué al límite. Y, como dice un amigo, “si estás en el borde del barranco puede ser una buena señal de que será ahora cuando aprendas a volar”. Y aprendí. Me planté. Creé una revolución en mi vida (en muchos más sentidos a parte del que trato ahora) y dije: «hasta aquí. Mi intimidad sexual no tiene precio. Es mía.”

Y ahora es mía como nunca lo había sido antes. En mi habitación no se entra sin pedir permiso y encima duermo de lujo por las noches. Hasta ese momento de revelación (hará unos siete meses) no conocía el porno con el altavoz encendido. Y, aunque es cierto que lo pongo muy bajito, ya no me avergüenzo ni me escondo. No me masturbo con miedo a ser pillado. Con el susto en el cuerpo. Con el pene entrando y saliendo del pantalón.

Ya no me doy monólogos tóxicos que tanto me hirieron. Sí, me cabreo por mi intimidad sexual porque mi intimidad sexual es importante. ¿Cuál es el problema? Me apetece masturbarme ahora y es ahora cuando me voy a masturbar porque sí, me lo merezco. Y si esa intimidad vuelve a ser violada diré: no. Soy un hombre que quiere disfrutar de su (escasa) sexualidad de una manera sana y no por ello soy un salido. Para nada. No me estoy masturbando en un lugar que le haga daño a nadie, lo estoy haciendo en mi habitación.

Y si alguna vez llega el caso de ser pillado ‘in fraganti’ me cabrearé mucho por faltarme el respeto de tal manera. Y diré: ‘me estoy masturbando, ¿podrías cerrar la puerta que la muchacha del ordenador se va a quedar fría?’.

Mi intimidad sexual no tiene precio.

Y me arrepiento de no haberle quitado la etiqueta antes.

Escrito por Romero

Valora este artículo

Puntuación de 4.9 con un total de 8 votos.

Share This:

encuesta de sexualidad

3 Comments to Mi intimidad sexual no tiene precio

  1. Lola la malagueña con gafas de pasta ;) dice:

    Tienes dedos mágicos, Romero.

    Me has generado tantas emociones en esta página que has escrito que parece que me acabo de bajar de una montaña rusa, jo. Que chulo escribes <3

  2. Julio dice:

    Me has hecho darme cuenta de lo ciego que estaba con respecto a situaciones como la tuya. Voy a compartir tu artículo.

  3. Antonio Carbonero dice:

    Hola! Soy una persona de
    Medellín con parálisis cerebral y me he sentido muy identificado con lo que escribes. Gracias por hacer consciente a la gente de nuestra situación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.