Las hieles del rechazo
Muy buenas una semana más, gorriones. Soy Romero y hoy, además de un texto, os traigo una pequeña sorpresa que veréis al final. Ten un poco de paciencia, antes tengo que hablar contigo muy seriamente. Atento.
Como esta vez no tengo preguntas que contestar de anteriores textos, he decidido que hoy la vamos a escribir entre vosotros y yo. Tranquilos, que no cunda el pánico. Aguántate el genio un poco, escúchame antes de desplegar las alas y dejar atrás esa rama con tan bonitas vistas.
Como ya sabéis los habituales y los nuevos vais a saberlo ahora, soy un hombre con una diversidad funcional. Desde hace tiempo escribo en este blog para hablar sobre las inquietudes que tengo en el plano sexual. Pero hoy voy a hablar sobre algo mucho más general que tiene que ver con cualquier persona.
Voy a intentar ser breve. Últimamente hay un pensamiento que revolotea en mi cabeza. Como un cuervo deseando verme caer en la pena para devorar los trozos que queden de mi cadáver emocional. El pensamiento es: ¿por qué le tengo tanto miedo al rechazo?
¿Qué tendrá el ‘no’ que tanto nos aterroriza? Siempre he escuchado las típicas frases de ‘el no ya lo tienes’ o ‘peor no puedes quedar’. Y no estoy de acuerdo. Claro que puedo acabar peor, ser rechazado es peor que no serlo. Ese miedo a ser desplazado. Apartado del camino. ¿Por qué?
En mi caso me ocurre algo realmente curioso, porque yo no soy una persona vergonzosa con nadie. Soy sociable, soy cercano y no me tiemblan las piernas a la hora de relacionarme. Ni siquiera con mujeres. Me llevo genial con ellas y no me da apuro en absoluto acercarme a ellas. Excepto…
Ya sabéis, cuando la cosa va más allá en el plano emocional y/o sexual. Paso de ser alguien sociable a una piedra por dentro. Pero le doy vueltas y vueltas, como ese cuervo y sus insoportables graznidos en mi conciencia; y acabo llegando a una pregunta muy distinta a todas las demás: ¿por qué me rechazo? Hasta mi propio rechazo me asusta. Ni siquiera sé si eso es bueno o no.
Qué casualidad, ¿no? La de veces qué me he hecho esta pregunta.
Pero esta vez quiero que me la contestes tú. Y quiero que te explayes. Quiero que sueltes todo lo que tienes dentro. Tíramelo, yo te leeré. Dame el placer de conocerte por dentro tanto como yo me abro para ti, gorrión. Despliega las alas, que yo me encargo de arrancarte las cadenas.
Ah, sí. ¿La sorpresa? Me ha costado un poco hacer esto, la verdad. He creado un twitter para poder tener un contacto más diario y cercano contigo. Aquí lo llevas: https://twitter.com/Sparrow_Flight
Por cierto, otro pequeño regalo. Un maravilloso video en el que la protagonista es Amarna Miller la cual me consta está bastante contenta del proyecto de Pornoeducativo y todo su trabajo. Disfrutadlo.
No tengo twitter, pero el vídeo me ha encantado.
¡Te sigo todas las semanas!
¡Hola Romero! Soy una de tus compis de blog. Me gusta mucho leeros y aprender de vosotros aunque no he podido hacerlo desde el principio. Este artículo me ha gustado mucho, creo que el miedo al rechazo está en todos nosotros, en mayor o menor medida, porque hemos aprendido que el éxito y que las cosas sean fáciles de conseguir es lo bueno. Pero quizás lo que tenemos es que aprender que del «fracaso y el rechazo» también sacamos cosas muy buenas. La primera darnos cuenta de que quien nos está rechazando somos nosotros mismos, y lo segundo aprender que el hecho de que las cosas no salgan siempre bien es tan trágico como nosotros queramos que sea. Que un polvo no salga como nosotros teníamos en mente podemos verlo como una tontería y «a otra cosa mariposa» o como algo que nos acompleje todavía más. Deberíamos naturalizar el rechazo y verlo como parte de la vida y, sobretodo, parte de todos nosotros. ¿Por qué nos sentimos rechazados en lugar de pensar que la otra persona no está preparada o que ella se lo pierde? Escribo todo esto desconociendo tu diversidad funcional, así que perdona si no me ajusto a tu caso, pero es algo tan prevalente en la sociedad que necesitaba soltarlo. ¡Un saludo! ¡Te sigo!