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Así es, diferentes estudios afirman que aumentar el deseo sexual está más que nunca al alcance de tu mano, solo tienes que cortar un limón y chuparlo un par de veces. Si no notas el efecto al instante, muérdelo, es infalible.

Si te lo has creído o por lo menos dudado, no pasa nada, una de las características más llamativas  de los tópicos sexuales es la facilidad con la que se asimilan. Y es que a pesar de la falta de pruebas, si no nos los creemos en el momento, lo probaremos. “Me han dicho por ahí que…”

Además de ser graciosos (a veces), tienen un peligro, y es que en muchas ocasiones se aceptan como sabiduría popular, lo que hace que se utilicen para dar explicaciones a cosas que no las tienen. Por ejemplo, que el hombre alcanza su “plenitud de facultades” a los 18 años, y en adelante, esta condenado a una disminución de sus “capacidades sexuales”. Si te das por aludido, espero que no pienses que ahora todo tiene sentido. No, es tan solo un ejemplo de uno de los tantos mitos que con tanta facilidad se nos cuelan. Otro famosillo y que es importante exterminar, es que “cuando una mujer experimenta lubricación vaginal, esto refleja un indicador de que esta dispuesta para el coito”.

Primero, no tiene por qué querer mantener una relación sexual con coito, así que no es un indicador de que “esté dispuesta” y tampoco tiene por qué reflejar su grado de excitación sexual. Estos “indicadores” están relacionados con la idea de que la mujer tiene menos deseo sexual que el hombre, por ser mujer, en fin. Evidentemente, tampoco es cierto, cada persona es diferente, y en cada momento de su vida puede sentir mayor o menor deseo, no somos constantes. Además añadir, que en este mito en concreto, se refleja un contexto sociocultural fuertemente arraigado.

Uno de los más difíciles de cambiar en mi opinión, es que los hombres, por el hecho de ser hombres, son promiscuos por naturaleza. Hay estudios, (deben ser de la misma universidad del limón afrodisíaco) que argumentan que el hombre es en esencia un ser promiscuo. Es algo que va más allá de él y de su voluntad, es su propia naturaleza de hombre la que le incita. No le incita, le obliga a hacerlo. Se dice que “alterna de pareja para procurar la mayor difusión posible de su reserva de genes”.

Podría ser creíble (no), si no fuera porque (entre otras cosas) no da explicación a la promiscuidad que pudiera darse entre parejas de hombres homosexuales, por lo de difusión de genes, que se dan, pero no con un fin reproductivo. Estos datos, además, no tienen en cuenta el hecho de que las mujeres participantes en estas encuestas eran madres de familia que trabajan todo el día en el hogar y donde las relaciones sociales extraconyugales eran bastante limitadas.

Hoy en día, estas estadísticas de “canitas al aire” nada tienen que ver con los datos de antaño. Por lo que es improbable que se trate de un fenómeno en el que intervenga un factor biológico, naturalísimo, más bien huele a un reflejo de las restricciones impuestas a la mujer en el pasado y son estas las que le han obligado a sofocar sus impulsos sexuales.

Algunos de los tópicos que circulan en torno a la sexualidad no son más que excentricidades inofensivas. Pero en otros casos, algunos mitos en apariencia inofensivos, se incorporan a la vida de una persona con tan profunda convicción que pueden condicionarle algún aspecto de su vida de forma negativa hasta que descubra, si lo descubre, que no son así y se quite este peso de encima.

Muchas veces, las personas que se aferran a tópicos los utilizan como excusa para no cambiar sus hábitos y por lo tanto, renuncian a mejorar su vida sexual.  Y es que la persona, prefiere la cómoda aceptación del mito a tener que considerar los hechos desde otro punto de vista, aunque ello suponga continuar soportando la frustración de su vida sexual. Así que bueno, no está de más que te cuestiones si realmente es así aquello que te dijeron en su día.
No chupes limones.

Un besete!

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